Recordando al guardia urbano su trabajo.
A nadie le gusta que le digan cómo debe hacer su faena. Aún menos a los funcionarios públicos y en particular a los agentes de orden urbano. Si alguien lo pone en duda que haga el siguiente ejercicio: procúrese al azar un policia urbano que se encuentra al paso y señálesele una infracción a tiro de piedra (o de mirada). El hombrezuelo se saldrá por peteneras y dirá que está ocupado en otra actuación y que aquella otra no le compete. ¿Que están estrangulando a alguien en la acera de enfrente o están robando en el supermercado de la esquina?, no importa. Lo primero es lo primero y lo demás puede esperar.
Resulta que tropezamos con una pareja de guardias urbanos frente a casa, multando a un chico por exceso de ruido de su moto –iniciativa que aplaudimos y que forma parte de una campaña puntual de control de ruidos ilegales de vehículos- y le indicamos que un espacio, a unos 15 metros de donde están, reservado para minusválidos, está permanentemente ocupado por coches sin estar autorizados para su uso y sin que nunca hayamos visto ninguna sanción contra ellos. No añadimos que esto va en contra de quienes más necesitan esa plaza y para los cuales está reservada. Puestos a multar extiendan su multa hasta aquel vehículo infractor –les decimos-.Uno de los hombres visiblemente molesto por nuestra sugerencia dice que cada vez que tengamos un problema llamemos a la guardia urbana y se personará. No se da por enterado. El problema ya lo tenemos ahora, le decimos. Y sigue como si tal cosa con su faena. A priori ya sabíamos que muchos guardias municipales hacen su trabajo (mejor dicho, sus actuaciones) desde la defensiva y no ven con buenos ojos las opiniones libres del vecindario en cuestiones cotidianas. Los vehículos usurpadores de la plaza reservada seguirán como hasta ahora y ese policía regresará a sus cuarteles con el sentido del deber cumplido.
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