Andando por la ciudad a menudo tropiezo con una imagen que me llama la atención: un fragmento de bicicleta está atado a un poste de farola o a un árbol, del resto ni se sabe. Se supone que el ladrón se ha hecho con ella y se ha tenido que limitar a comprar la parte que falta. El exceso de confianza del dueño ha dado por supuesto que su máquina privada es inviolable y que nadie la codiciará. No es así. El robo de bicicletas y de motos alcanza una cota espectacular. Hay que tomar nota para atar una bicicleta y asegurarla contra robo hay que atar todos las partes móviles cuando menos entre sí y el conjunto a un ancla; el poste o la argolla en la pared. Corren tiempos de cacos y maleantes. La tradición pícara está cargada de gente amiga de lo ajeno y que además se siente orgulloso de quitárselo sin hacer el menor esfuerzo en pagarlo. Me han robado varis bicicletas en mi vida y he perdido otras; es algo que me sensibiliza. Me solidarizo con la persona que al llegar a donde dejó su bici se encuentra simplemente con el sillín y la cadena porque no advirtió que el sillín es de quita y pon con facilidad y quiso asegurar ingenuamente la bicicleta en su totalidad a través de él. En el lado opuesto recuerdo una vez que una amiga alemana me contaba que dejó su bicicleta frente al gran estacionamiento de bicis que había frente a la estación de Zurich. La dejó sin atar y se ausentó por tres meses. A la vuelta todavía estaba allí. Dos distintos puntos de vista culturales y de respeto público.
| Andando por la ciudad a menudo tropiezo con una imagen que me llama la atención: un fragmento de bicicleta está atado a un poste de farola o a un árbol, del resto ni se sabe. Se supone que el ladrón se ha hecho con ella y se ha tenido que limitar a comprar la parte que falta. El exceso de confianza del dueño ha dado por supuesto que su máquina privada es inviolable y que nadie la codiciará. No es así. El robo de bicicletas y de motos alcanza una cota espectacular. Hay que tomar nota para atar una bicicleta y asegurarla contra robo hay que atar todos las partes móviles cuando menos entre sí y el conjunto a un ancla; el poste o la argolla en la pared. Corren tiempos de cacos y maleantes. La tradición pícara está cargada de gente amiga de lo ajeno y que además se siente orgulloso de quitárselo sin hacer el menor esfuerzo en pagarlo. Me han robado varis bicicletas en mi vida y he perdido otras; es algo que me sensibiliza. Me solidarizo con la persona que al llegar a donde dejó su bici se encuentra simplemente con el sillín y la cadena porque no advirtió que el sillín es de quita y pon con facilidad y quiso asegurar ingenuamente la bicicleta en su totalidad a través de él. En el lado opuesto recuerdo una vez que una amiga alemana me contaba que dejó su bicicleta frente al gran estacionamiento de bicis que había frente a la estación de Zurich. La dejó sin atar y se ausentó por tres meses. A la vuelta todavía estaba allí. Dos distintos puntos de vista culturales y de respeto público. |
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